Evaluaciones iniciales de inteligencia, realizadas tras recientes operaciones militares de Estados Unidos contra instalaciones nucleares en Irán, sugi
Evaluaciones iniciales de inteligencia, realizadas tras recientes operaciones militares de Estados Unidos contra instalaciones nucleares en Irán, sugieren que el impacto en el programa atómico del país persa ha sido limitado. Lejos de desmantelar por completo la iniciativa, los ataques parecen haber provocado un retraso que se estima en apenas unos meses. Un aspecto clave de esta valoración es que las reservas de uranio enriquecido de la República Islámica no habrían sido eliminadas durante los bombardeos efectuados el pasado sábado.
Esta evaluación preliminar, sin embargo, ha sido categóricamente desestimada por la Casa Blanca, que la calificó de totalmente errónea y atribuyó su difusión a un fracasado de bajo nivel dentro de la comunidad de inteligencia. Por su parte, el presidente Donald Trump reiteró su convicción de que las instalaciones nucleares iraníes fueron completamente destruidas y acusó a ciertos medios de comunicación de intentar denigrar uno de los ataques militares más exitosos de la historia.
Cabe destacar que Estados Unidos cuenta con dieciocho agencias de inteligencia, y no es inusual que sus informes presenten perspectivas divergentes, reflejo de sus distintas misiones y áreas de especialización. Un ejemplo de esta dinámica es la persistente falta de consenso en la comunidad de inteligencia sobre el origen de la COVID-19. Funcionarios familiarizados con el informe actual advierten que se trata de una evaluación inicial, susceptible de modificarse a medida que se recopile más información detallada sobre los sitios. Además, el grado de confianza con el que se emitieron estas conclusiones iniciales no ha sido especificado.
Los ataques estadounidenses se concentraron en tres instalaciones nucleares iraníes: Fordo, Natanz e Isfahán. Se emplearon bombas antibúnker diseñadas para penetrar hasta dieciocho metros de hormigón o sesenta y un metros de tierra antes de detonar. No obstante, las valoraciones de inteligencia indican que las centrifugadoras iraníes permanecen prácticamente intactas y que el daño se restringió principalmente a las estructuras superficiales. Aunque las entradas de dos instalaciones nucleares fueron selladas y parte de la infraestructura sufrió daños o fue destruida, una porción considerable de estas instalaciones, ubicadas a gran profundidad, logró evadir el impacto directo de las explosiones. Se estima que el ataque solo ha retrasado el programa iraní unos pocos meses como máximo, y la reanudación de sus actividades podría depender del tiempo necesario para tareas de excavación y reparación.
Asimismo, las evaluaciones de inteligencia sugieren que una parte de las reservas de uranio enriquecido de Irán fue trasladada con antelación a los ataques. La GBU-57A/B MOP (Massive Ordnance Penetrator), una bomba estadounidense de 14.000 kilogramos, era considerada la única arma capaz de destruir las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio de Irán. A lo largo de este proceso, Teherán ha mantenido consistentemente que su programa nuclear tiene fines exclusivamente pacíficos
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