Raquel Gutiérrez, reconocida socióloga e intelectual mexicana, ha vivido una experiencia significativa en Bolivia durante la década de los 80 y fue la
Raquel Gutiérrez, reconocida socióloga e intelectual mexicana, ha vivido una experiencia significativa en Bolivia durante la década de los 80 y fue la primera esposa de Álvaro García Linera. Con un enfoque crítico hacia la realidad política nacional, Gutiérrez ha analizado la situación actual del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido liderado por Evo Morales, y la fractura interna que enfrenta.
El 11 de octubre, una joven madre en Tarija se vio envuelta en un escándalo cuando su padre fue arrestado bajo acusaciones de trata y tráfico. La situación se complicó al revelarse que la hija de la joven es reconocida como descendencia de Evo Morales, quien, según el certificado de nacimiento presentado, nació cuando su madre tenía solo 16 años.
A partir del 14 de octubre, se iniciaron bloqueos de caminos en Cochabamba en apoyo a Morales, en medio de una crisis caracterizada por la escasez de divisas y combustibles. El MAS, que se autodenomina partido de izquierda, se encuentra dividido en dos facciones que se centran más en obstaculizar las acciones de la otra que en abordar los problemas que enfrenta el país.
Octubre ha llegado a Bolivia con un panorama de crisis, acentuado por incendios que consumen vastas áreas de bosque y un aumento en los precios de los alimentos básicos, lo que genera un profundo descontento social. Para entender esta compleja situación, es esencial examinar el contexto histórico del liderazgo de Morales y los eventos posteriores que han llevado a este punto.
Durante el gobierno de Morales, que se extendió de 2006 a 2019, las organizaciones sociales, como las Seis Federaciones de Productores de Coca del Chapare, se vieron progresivamente subordinadas al MAS. Este vínculo se tradujo en un intercambio de lealtades y favores, donde las decisiones cruciales recaían en Morales, lo que ha generado tensiones con el actual presidente, Luis Arce Catacora.
La relación entre el poder político y las organizaciones sociales ha sido marcada por una dinámica de control que ha limitado la independencia de estas últimas y ha silenciado el disenso. Este fenómeno ha sido descrito por la activista María Galindo como una cultura de la violación, un término que refleja la normalización de abusos y la complicidad de las estructuras de poder.
Recientemente, el 7 de octubre, se presentó una denuncia contra Morales y los padres de la menor involucrada, lo que ha desencadenado una serie de protestas tras la negativa de Morales a declarar. Esta situación no es nueva; se remonta a 2015, cuando se alega que los padres facilitaron la relación entre la adolescente y Morales.
El escándalo ha emergido en medio de una lucha interna entre dos facciones del MAS: los Evistas, que respaldan a Morales, y los Arcistas, seguidores de Arce. Esta disputa no solo se centra en la dirección del partido, sino también en la futura candidatura presidencial para las elecciones de 2025. Morales busca revalidar su posición, mientras que Arce intenta estabilizar la crisis económica que afecta al país.
La tensión ha llevado a un estancamiento en la toma de decisiones institucionales, como el nombramiento de directores de empresas estatales y jueces electorales, lo que ha exacerbado la sensación de parálisis en la administración pública. A pesar de que el MAS tiene mayoría en el Congreso, la división interna impide avanzar en cualquier propuesta.
El 21 de octubre se logró finalmente la elección de un nuevo Fiscal General del Estado, pero el caso de la menor sigue generando controversia. La facción Arcista ha acelerado el proceso legal, buscando presionar a sus rivales y limitar las posibilidades de que Morales se postule nuevamente.
En respuesta a la situación, Morales convocó a sus seguidores a bloquear caminos, una medida que ha tenido un impacto significativo en Cochabamba, aunque no ha alcanzado un carácter nacional. Este bloqueo ha aislado la región, intensificando la crisis de abastecimiento de combustibles.
A medida que las protestas continúan, surgen voces críticas dentro del Chapare, donde algunos dirigentes argumentan que los bloqueos deben centrarse en reivindicaciones sociales en lugar de defender a Morales. Cada vez más, mujeres líderes de diversas federaciones están rompiendo el silencio sobre los abusos, cuestionando el comportamiento de un líder que ha sido acusado de aprovechar su posición de poder para involucrarse con menores de edad
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