La biotecnología ha cobrado protagonismo en el debate agrícola en Bolivia, generando una polarización de opiniones entre los productores y los crítico
La biotecnología ha cobrado protagonismo en el debate agrícola en Bolivia, generando una polarización de opiniones entre los productores y los críticos de esta tecnología. En Tarija, tanto en la región del Chaco como en el valle central, algunos agricultores ven con optimismo la posibilidad de implementar esta técnica en sus cultivos.
Recientemente, los agricultores de Santa Cruz han intensificado sus solicitudes al Gobierno para que se permita el uso de biotecnología en el país. Los partidarios de esta práctica argumentan que podría incrementar la producción y contribuir a la seguridad alimentaria nacional. Por otro lado, existen preocupaciones sobre las implicaciones ambientales, los riesgos para la salud y la necesidad de establecer regulaciones adecuadas para el uso de agroquímicos y cultivos modificados genéticamente.
La biotecnología abarca un amplio espectro de aplicaciones que van desde la producción de medicamentos hasta la mejora de cultivos. Sin embargo, es importante distinguir entre biotecnología y organismos modificados genéticamente (OMG); los transgénicos son un subgrupo de los OMG, donde se incorpora ADN de otra especie para conferir características específicas, como resistencia a plagas.
En Tarija, la diversidad de climas y ecosistemas influye en la producción agrícola. La región del Chaco destaca por su capacidad productiva. René Rollano, un exdirigente campesino, sostiene que la discusión sobre biotecnología no es nueva, y que muchos productores del Chaco están a favor de su adopción. Rollano menciona que expertos han presentado evidencia técnica que sugiere que la biotecnología podría aumentar los rendimientos agrícolas y mejorar la resistencia de los cultivos a plagas y sequías.
El exdirigente también subraya que la introducción de cultivos transgénicos no debería ser vista con desconfianza, ya que, según él, estos son semillas mejoradas que pueden ayudar a los productores a ser más competitivos en el mercado. Además, señala que la realidad es que Bolivia ya consume productos transgénicos importados de países como Brasil y Argentina, lo que debería motivar al Gobierno a considerar su uso local para mejorar la producción y enfrentar el cambio climático.
Luis Alfaro, otro exdirigente del sector agrícola en el valle central de Tarija, también respalda la biotecnología, argumentando que es un avance necesario en la agricultura moderna. Según él, la implementación de estas tecnologías podría ayudar a garantizar la seguridad alimentaria y reducir la dependencia de las importaciones.
Sin embargo, no todos comparten esta visión. Miguel Crespo, representante de la ONG Probioma, advierte sobre los riesgos asociados con los cultivos transgénicos. Aunque reconoce que la biotecnología ha existido durante miles de años, enfatiza que no se necesita la introducción de transgénicos en Bolivia. Crespo critica el uso de soya transgénica en el país, señalando que no ha cumplido con las promesas de mejorar el rendimiento y ha llevado a un aumento significativo en el uso de agroquímicos.
Crespo también destaca que la producción agrícola no se limita a la biotecnología, y que existen prácticas adecuadas que pueden conducir a un aumento en la producción sin recurrir a cultivos modificados genéticamente. Según él, la clave radica en el manejo adecuado del suelo, el uso de buenas semillas y el respeto por las regulaciones ambientales.
Luis Acosta Arce, un experto en mejoramiento genético y biotecnología, proporciona una visión equilibrada sobre el tema, señalando tanto los beneficios como las desventajas de la biotecnología. Entre los beneficios, menciona el potencial aumento en la producción y la adaptación al cambio climático. Por otro lado, advierte sobre los desafíos en la regulación, la pérdida de biodiversidad y las implicaciones éticas que conlleva su uso.
La discusión sobre la biotecnología en Bolivia continúa, con argumentos válidos de ambas partes, y el futuro de su implementación dependerá de un diálogo constructivo y una evaluación cuidadosa de sus impactos
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